
terminó el fin de semana largo. y todos volvieron al trabajo. menos yo, que no tengo. bueno, mi trabajo es buscar trabajo. y cuidar a rosario por la mañana, para llevarla al colegio al mediodía. después, me libero. y me pongo a trabajar. pero hoy cambié la oficina de siempre. la full de josé ingenieros y libertador estuvo andando mal estos días. hubo varias veces que caí ahí y me echaron: no había wi fi. y sin wi fi no puedo trabajar. y entonces hoy agarré el auto y me fui. hice 90 kilómetros. y terminé en zárate, una ciudad que necesita algo que la identifique como tal. un centro choto y un río desaprovechado me indicaron que no era un lugar para estar. estaciones de servicio cerradas e ypfs sin full en su interior. entonces, ya que estamos en el pos carnaval, me acordé de la vez que fuimos a gualeguaychú y que paramos antes de cruzar el puente hacia entre ríos. me acuerdo, también, que ése fue el high point del fin de semana, cuando compramos cerveza (antes se podía comprar cerveza en una estación de servicio; yo no manejaba, aclaro) y una de las chicas que atendía me regaló un destapador. el fin de semana que vino después fue una mierda: creo que existen pocas cosas más aburridas que el carnaval de gualeguaychú. triste también el lugar donde paramos y peor aún ñandubaizal, la playa a la que fuimos después. volvimos de capa caída.
pero bueno, recordaba a esta full un poco más alegre, quizás por eso de la chica amable y de sonrisa que me pareció increíble.
acá no hay oficinistas, sino gente de paso. hay un grupo de cuatro sordas o mudas o sordomudas. todo son gestos entre ellas. son grandes. cuatro cafés y se fueron. está la clásica pareja de auto 3 puertas, tipo corsa o ka. él, con bermudas y musculosa, ojotas y anteojos negros en la frente; pelo cortado al ras y cara de hago bs.as.-destino x en cuatro horas. aunque pare a comer a alimentarla a ella, contenta con su papel de consorte, rubia y pantalón cortito, con sandalias de taco alto y un termo que ella tendrá que llenar para que él tome mate. bajan con un manojo de llaves grandes donde, además de las llaves del auto, guardan la de las cuatro puertas de la casa del padre (reja, candado, cerradura tradicional y cerradura high tech), más las llaves del portón de la casa de ella. no hablan; ella come de a gajos una ciabatta de jamón y queso; él zampa una hamburguesa sola a desgano y en cuanto termina la coca, quiere seguir. ella le pide que paren. pero no, que tienen que llegar antes de no sé qué hora. y gana él y ella lo sigue y los veo desde mi lugar: él acomoda, nervioso, su corsa negro polarizado mientras ella llena el termo y le manda un beso. y se van, tirando piedritas. el lugar se completa con una familia que está, también, de paso.
noto poco movimiento. no me quiero imaginar lo que habrá sido ayer. y noto, también, que yo soy esto. soy una full usada y pasada por arriba. soy lo que quedó. y vengo y no hay nada. sin movimiento. con poca vida.
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