domingo, 27 de febrero de 2011
tarde de domingo
lunes, 21 de febrero de 2011
21 de febrero

Los días pasan. Una verdad incuestionable. Pero en mi Full de la YPF de Libertador y José Ingenieros, en La Lucila, el tiempo no altera mucho la vida. La quietud de la tarde, con poco movimiento, contrasta con el andar rápido de los autos que pasan a metros de donde estoy sentado.
Como siempre, compartimos oficina con el hombre que duerme. Mis últimos encuentros con él, que además creo que me reconoce como par, confirman mi teoría de que todavía no anunció su situación en casa. Y que se trata de un desempleado reciente. Afuera estaciona su Megane azul, con patente que empieza con I. Compra de no más de un año. Y que ahora quizás se lo quiera meter en el culo. O no. De hecho, yo no me desprendo de mi Mitsubishi Lancer 98 por nada. Es mi contacto con la vida. Sin él no podría ir a ningún lado. Y como siempre, él duerme. Y yo lo veo dormir.
jueves, 17 de febrero de 2011
dos tipos duros

miércoles, 16 de febrero de 2011
las tres viejas

martes, 15 de febrero de 2011
special dsv
Miro Notting Hill. Es día de San Valentín. Son las tres de la mañana y Julia Roberts dice eso de que es sólo una chica, parada frente a un chico, pidiéndole que la ame. Y me retuerzo por enésima vez en la cama. La miro sonreír y me vuelve a parecer la mujer más linda del mundo. Y eso que nunca me gustó demasiado Julia Roberts. Creo que hay miles de actrices que están muchísimo mejor [Megan Fox, por ejemplo]. Pero las buenas películas tienen ese efecto: creerte todo, desde el principio hasta el final. Y si dicen que Julia Roberts es la más linda, lo es, porque se transforma en la más linda y la más deseada por dos horas de película.
Notting Hill es adictiva, como una droga: la pasan y la tengo que ver. La vi hasta en castellano. Pero la de anoche era con subtítulos. Y la agarré cuando empezaba. Y no paré de mirarla.
Estaba sensible. Los lunes no son días fáciles. En general, significan el comienzo de la semana laboral. Para mí, desde hace dos meses, es un día más de mi interminable lista de días sin nada que hacer. De mirar por encima de un monitor y observar a los que me rodean. De juzgarlos a través de mis prejuicios latentes y de los otros. Y los lunes son los días en que, desde hace dos meses también, me reúno con mi mujer para dirimir nuestras coincidencias y acercar las diferencias. O al revés. Nos ponemos bajo el arbitrio de una persona que estudió para escuchar y dar una opinión fundamentada. Lo que busco en esos lunes, sin embargo, son dos cosas: ¿tengo razón? Y, ¿quiero a mi mujer? Creo que tengo razón.
Y ayer encima era San Valentín. Nunca celebré esa fecha. No por snobismo anti yanki. Sino porque no nació. Y entonces salí de la reunión con mi mujer y quedé como siempre: atontado, sin saber para dónde disparar. Aturdido por la cantidad y calidad de insultos y chicanas y mala onda que uno es capaz de comprimir en una hora. Fue una fecha más de nuestro fixture de la discordia. Un round más dentro de un ring de cuatro paredes, un sillón mullido y un balcón desde un octavo piso del que dan ganas de tirarse [de esas ganas de tirarse que se dicen, pero que nunca se evalúan en serio]. Y que de vuelta a la calle, tras sesenta minutos, los contendientes se separan ni bien cruzan el umbral. No te conozco y hasta luego. Y camino grogui hasta el auto. Y quedo en trance por varias horas.
No tengo masajista post boxeo. No tengo nada. Sólo una cama prestada en casa ajena. Y un televisor. Prefiero mil veces ver televisión que leer un libro. Y entonces miro televisión, absorbido por lo que sale. Hasta que aparece un Notting Hill, por ejemplo. Y me engancho. Y la miro de principio a fin. Y me creo que Hugh Grant reconoce a la Anna Scott de Julia Roberts pero como no es cholulo ni lo quiere ser, apenas y tartamudea, nervioso. Y entonces me creo una vez más esa historia de amor que nace entre ellos, que los lleva a comer con amigos y hablar de cualquier cosa menos de Hollywood [porque si yo llego a estar con una celebrity de esa envergadura, no paro de preguntarle cosas; pero Hugh Grant y sus amigos no, son auténticos, son simples, son de verdad, porque, de nuevo, me los creo]. Y ya enganchado miro la peli. Y me río cuando los diálogos acuerdan que debo reírme. Y me emociono cuando la música me da el pie efectista. Y no lloro, pero me compenetro con Hugh cuando hace esa gran caminata a través del mercado de Portobello Road y veo que las estaciones le caen encima a lo largo de cien metros. Pasó un año para él. Y para mí también. Y cuando ella vuelve y le regala un Chagall sin que él sepa que es un Chagall lo que está envuelto en papel madera y ella le dice, entonces, la frase esa de que sólo es una chica que quiere que el chico la quiera y él le dice que es imposible, me dan ganas de decirle che, es obvio que es un Chagall y que es sólo un gesto, no importa el valor: es una forma de decirte que te quiere. Pero entonces, él después corre, con sus amigos, porque para eso están los amigos, para acompañarlo en sus locuras, para encontrarse con Julia Roberts e irrumpe en la conferencia de prensa y le pide que se quede y ella se queda. Y al final suena Elvis Costello con eso de she... lari lari la liri li li... y los vemos re centrados y re contentos y nos dicen que el amor es posible.
Y me lo creo. Incluso en un lunes como ayer, un lunes de San Valentín donde no hubo Chagalles ni casas de puertas azules, ni jardines privados, ni sonrisas de bocas enormes y dientes todos blancos, ni mucho menos punch lines ordinarios pero antológicos como el you complete me de Jerry Maguire [no me hagan hablar de Jerry Maguire, por favor]. Y entonces, acostado en la cama vuelvo a creer en el amor. En el amor de película que no tengo. O no supe aguantar.
lunes, 14 de febrero de 2011
día gris
viernes, 11 de febrero de 2011
aniversario

jueves, 10 de febrero de 2011
no hay estación acá

vení que te cuento

martes, 8 de febrero de 2011
martes en vicente lópez

lunes, 7 de febrero de 2011
doble día de trabajo

lejos

domingo, 6 de febrero de 2011
domingo

sábado, 5 de febrero de 2011
sábado en la estación de servicio


viernes, 4 de febrero de 2011
almuerzo en la ypf

llegó el camión de ypf

Llegó el camión. Ahí está mi auto, tapado. Esto significa sólo una cosa: al menos una hora hasta que terminen de descargar. Al menos una hora hasta poder irme. ¿A dónde? Por eso, porque no tengo lugar. Me acaban de preguntar si necesito cambiar el auto de lugar. Y yo que les contesto, así, como quien no quiere la cosa, no, dejá, me quedo un rato (¿es que acaso no leés este blog?).
jueves, 3 de febrero de 2011
ypf de la lucila
