sábado, 5 de febrero de 2011

sábado en la estación de servicio

Volví. En sábado. En un sábado en el que podría estar en otro lado. Hoy no es día de laburo. Pero vuelvo. Yo ya hice lo que tenía que hacer: estuve con los chicos. Caminamos mucho, almorzamos y los llevé de vuelta. Ahora me vine para acá.

Es que los sábados a la tarde tienen un gusto especial en la estación de servicio. Hay mucho movimiento. Mucho volver del extrarradio a la capital.

Hay de todo. Están las familias que vuelven de sus programas y hacen un pit stop para darles algo de para el té a los críos, para que tomen una Cindor y coman algo hasta llegar al lugar de dónde vienen. Y están las otras. Las novias. Esas chicas que no sabés de dónde salen, pero que existen. Esas chicas quemadas, con musculosas escotadas y pantalones cortitos. Que casi siempre se bajan de alguna 4x4 y, mientras el novio se queda cargando nafta, ellas van y compran cigarrillos o agua mineral o un jugo de algo. A ellas les gusta bajarse, salirse por un rato del papel de mero accesorio para ser, por algunos segundos, algo más.

Y yo veo, desde acá, cómo el novio la espera al lado del surtidor. En verdad, miro al novio desde que ella se baja. Porque el tipo la ve irse, la ve entrar acá, relojea su andar y el tipo se pone contento. Le gusta que los playeros la miren. Le gusta pero también le molesta. Es esa cosa media masoca que tienen estos tipos, que no se bancan la belleza de su accesorio. Y en el fondo se sienten seguros cuando la mina vuelve al auto, su sube en el lado del acompañante y se ata a su lado. Y entonces, sí, el tipo respira tranquilo. Y se permite el gesto romántico: se ladea un poco y le tira un beso. Como si marcara la cancha por si alguien, como yo, se quedó mirando. Y segundos después, se va.

Y también vine acá porque me permite ver el Barca contra el Atlético de Madrid (vía rojadirecta.com, of cors). Messi ya metió dos goles. Esto está bueno (por más que se escuche en griego).

¿No me digas que no es un gran sábado?

No hay comentarios: