miércoles, 16 de febrero de 2011

las tres viejas

Mudé la oficina. Tengo cita en Palermo y por eso me vine al ACA que está cerca de La Rural. Mucho movimiento acá, muchísimo. Y una insoportable televisión con TN a todo volumen. Un tachero compra fasos. Un guardia de seguridad de la US Embassy, tal cual se leía en su badge [hablemos con propiedad, che] se lleva un litro y medio de coca [quizás no permiten el mate ahí].

Yo compré mi agua mineral sin gas obligatoria. Me infla menos. Adelante mío, una vieja compró un sándwich triángulo de pan negro y un café doble. Y me cagó el lugar que yo quería, al lado del ventanal, al lado de un enchufe. Me ganó en una carrera silenciosa y no declarada: ella buscaba su café, al costado de las cajas y yo esperaba que la cajera me diera vuelto. Yo había visto ese lugar primero [cuando llegué, esta Full explotaba]. Y con mi agua y mi vuelto en la mano, la vieja se me metió adelante. Y caminó despacio. Podría haberla salteado, pero seguro que le tiraba la bandeja. Y yo quedaba como un pelotudo, vale decirlo. Y ella se instaló. Porque me ganó. Y vi que se iba a quedar mucho tiempo [de esto que cuento, hace una hora y media, aprox], porque ni bien acomodó sus cosas, sacó de la cartera un recorte de la claringrilla. Y todavía está ahí, entreteniéndose con ganas.

Yo me vine para un costado oscuro, donde monitoreo todo. Como a otra vieja, que tiene la cara de Zulema Yoma, digo, cortada por el mismo bisturí. Ella no hace nada, como Zulema pienso. Sus pelos rubios, como Zulema, contenidos por unos aparatosos anteojos negros, como Zulema. Y usa una camisa a rayas azules y blancas, finitas, como las que recuerdo que usaba Zulema en las fotos de los 90. Pero hace algo original, o al menos algo que nunca le vi hacer a
Zulema: periódicamente se mira los labios pintados y con el espejito se fija si sus dientes no se mancharon. Esta sola. Quizás está esperando algún tipo de arreglo en su auto. Quizás está muy al pedo.
Entre la símil de Zulema y la vieja que me cagó el puesto, hay otra, más arrugada que ambas pero más joven. Mucho sol, mucha pileta o mar o lo que sea, me dice su epidermis gastada. A ella la vi por primera vez cuando salí a fumar. Ella pasó al lado mío y con gesto de asco en la boca, abanicó el aire frente a ella y dijo algo como qué olor o qué tufo o algo así. Me lo tomé personal, por más que la baranda a nafta puede voltearte. Y ahora la veo sentada entre Zulema y la otra. Y ella también hace tiempo. Pero de forma original: mira una película en un reproductor de DVD. De todas las formas en que vi perder el tie
mpo en una estación de servicio, ésa fue la más original. Está mirando El discurso del rey. Una muestra más de que la piratería ganó la batalla hace rato. Vieja chota, un eslabón más en la cadena del trucherío argento, donde todos delinquimos y apuntamos al vecino.

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